lunes, 2 de enero de 2012
Flowers and Trees: LA MADRE Y EL HIJO, Y EL PROTOTIPO DEL HIJO
domingo, 1 de enero de 2012
Lo malo atrae, pero lo bueno perdura
Hace mucho tiempo vivía un hombre bondadoso. Él tenía bienes en abundancia y muchos esclavos que le servían. Y ellos se enorgullecían de su amo diciendo:
"No hay mejor amo que el nuestro bajo el sol. Él nos alimenta y nos viste, nos da trabajo según nuestras fuerzas. Él no obra con malicia y nunca nos dice una palabra dura. Él no es como otros amos, quienes tratan a sus esclavos peor que al ganado: los castigan si se lo merecen o no, y nunca les dan una palabra amigable. Él desea nuestro bien y nos habla amablemente. No podríamos desear una mejor vida."
De esta manera los esclavos elogiaban a su amo, y el Diablo, sabiendo esto, estaba disgustado de que los esclavos vivieran en tanta armonía con su amo. El Diablo se apoderó de uno de ello, un esclavo llamado Aleb, y le ordenó que sedujera a sus compañeros. Un día, cuando todos estaban sentados juntos descansando y conversando de la bondad de su amo, Aleb levantó la voz y dijo:
"Es inútil que elogien tanto las bondades de nuestro amo. El Diablo mismo sería bueno con nosotros, si hicieramos lo que el quiere. Nosotros servimos bien a nuestro amo y lo complacemos en todo. Tan pronto como él piensa en algo, nosotros lo hacemos: nos adelantamos a sus deseos. ¿Cómo puede tratarnos mal? Probemos como sería, si en lugar de complacerlo le hicieramos algún daño. El actuará como cualquier otro y nos devolverá daño con daño, como el peor de los amos haría."
Los otros esclavos comenzaron a discutir lo que Aleb había dicho y al final hicieron una apuesta. Aleb debía hacer enojar al amo. Si él fracasaba perdería su traje de fiesta; pero si tenía éxito, los otros esclavos le darían a Aleb los suyos. Además, él prometió defenderlos contra el amo y liberarlos si ellos eran encadenados o enviados a prisión. Habiendo arreglado la apuesta, Aleb estuvo de acuerdo en hacer enojar al amo la mañana siguiente.
Aleb era quien se encargaba de ciudar al ganado, y tenía a su cargo una cantidad de valiosos carneros de raza, de quieres el amo estaba muy orgulloso. A la mañana siguiente, cuando el amo trajo algunos visitantes al recinto de los animales para mostrales un valioso carnero, Aleb guiñó un ojo a sus compañeros y les dijo:
"Miren ahora como haré para enfurecerlo."
Todos los esclavos se reunieron, mirando algunos por la puerta y otros por sobre la cerca, mientras el Diablo se trepaba a un árbol cercano para mirar cómo hacía su sirviente el trabajo. El amo caminó en el recinto, mostrando a sus invitados las ovejas y los corderos, pero deseando poder mostrarles su más fino cordero.
"Todos los corderos son valiosos", dijo, "pero tengo uno con los cuernos torcidos, que es inapreciable. Lo estimo como si fuera la luz de mis ojos."
Asustado por los extraños, el carnero corría en el recinto, por lo tanto los visitantes no podían ver con claridad al cordero. Tan pronto como se paraba, Aleb asustaba a las demás ovejas como por accidente, y ellas comenzaban a mezclarse nuevamente. Los visitantes no podían saber cuál era el animal preferido. Al final el amo se sintió cansado de todo eso.
"Aleb, querido amigo," dijo, por favor agarra nuestro mejor carnero para mí, el único con los cuernos torcidos. Agárralo cuidadosamente y sostenlo quieto por un momento."
Apenas el amo había dicho eso, cuando Aleb se precipitó entre las ovejas como un león, y agarró al valioso carnero. Lo tomó por la lana, y luego lo agarró por la pata trasera izquierda, y ante los ojos de su amo se la torció bruscamente hasta que un ruido seco sonó. Él había roto la pata del carnero por debajo de la rodilla. Entonces Aleb lo tomó por la pata trasera derecha, mientras el animal balaba. Los visitantes y los esclavos exclamaron un grito, y el Diablo, sentado en el árbol, se regocijaba de lo bien que Aleb había realizado la tarea. El amo se puso más negro que el trueno, frunció el ceño, agachó la cabeza, y no dijo una sola palabra. Los visitantes y los esclavos estaban en silencio también, esperando ver qué sucedería después. Luego de un rato de silencio, el amo se estremeció como si se sacudiera algo de encima. Entonces él levantó su cabeza, y elevó su vista al cielo, permaneciendo así durante un instante. Las arrugas de su rostro desaparecieron, y con una sonrisa miró a Aleb y le dijo:
"¡Oh, Aleb, Aleb! Tu amo te ordenó que me hicieras enojar; pero mi amo es más fuerte que el tuyo. Yo no estoy enojado contigo, pero haré algo para enojar a tu amo. Tú temes que te castigaré, y has estado deseando por tu libertad. Debes saber Aleb, que no te castigaré; pero como tú deseas ser libre, aquí frente a mis invitados, yo te otorgo tu libertad. Ve donde desees, y lleva contigo tu traje de fiesta."
Y el buen amo regresó a la casa junto a sus invitados; pero el Diablo, rechinando sus dientes, cayó del árbol, y se hundió en la tierra.
1885
LA MADRE Y EL HIJO, Y EL PROTOTIPO DEL HIJO

En tanto que ésta era la teoría, la primera persona de la Divinidad
era prácticamente pasada por alto. Como el Gran Invisible
que no se preocupaba por los asuntos humanos, él iba “a ser
adorado sólo por medio del silencio,”31 es decir, que, en realidad,
él no iba a ser adorado en modo alguno por la muchedumbre.
Lo mismo está ilustrado vívidamente en la India de hoy día.
Aunque Brahmana, según los libros sagrados, es la primera persona
de la Trimurti hindú, y la religión del Indostán recibe de él
su nombre, sin embargo, no se le adora nunca, y apenas queda
ahora en toda la India un solo templo de aquellos que antiguamente
fueron erigidos en su honor.32 Así también ocurre en aquellos
países de Europa donde se ha difundido completamente el
sistema papal. En la Italia papal, como lo admiten por lo general
los viajeros, toda apariencia de culto al Rey eterno e invisible
está casi extinguida, en tanto que la Madre y el Hijo son los
grandes objetos de culto. Así, exactamente, ocurrió en Babilonia
con respecto a esto último. Los babilonios, en su religión popular,
rendían culto supremo a una diosa Madre y a un Hijo, que
estaban representados en cuadros y en imágenes como un niño o
hijo en los brazos de la madre (Fig. 4 y 5). Desde Babilonia, el
culto de la Madre y del Niño se extendió hasta los confines de la
tierra. En Egipto, la Madre y el Niño eran adorados bajo los
nombres de Isis y Osiris.33 En la India, aún hoy día, se les adora
como Isi e Iswara.34 En Asia, como Cibeles y Deöius;35 en la
31 YAMBLICO, sobre los Misterios, secc. VIII. cap. III.
32 WARD, Visión de los Hindúes, apud KENNEDY, Investigaciones en la Mitología
Antigua y Moderna, p. 196.
33 Osiris como el hijo llamado más frecuentemente Horus. Bunsen, vol. I. p. 438,
comparado con pp. 433,434.
34 KENNEDY, La Mitología Hindú, p. 49. Aunque Iswara es el esposo de Isi, también
se le representa como un niño en el pecho de ella. Ibid. p. 338, Nota.
35 DYMOCK, Diccionario Clásico, “Cibeles” y “Deöius.”
38
Lo Que Usted Debe Saber
36 Obras de CICERON, De Divinatione, lib. II. cap. 41. vol. III. P. 77.
37 SOFOCLES, Antígona, v. 1133.
38 PAUSANIAS, lib. I. ATICA, cap. 8.
39 El mismo nombre por el cual los italianos designan comúnmente a la Virgen, es la
traducción exacta de uno de los títulos de la diosa babilónica. Así como Baal o Belo
era el nombre de la gran divinidad masculina de Babilonia, así la divinidad femenina
se llamaba Beltis (HESIQUIO, Léxico, p. 188). Este nombre se ha encontrado en
Nínive aplicado a la “Madre de los dioses” (VAUX, Nínive y Persépolis, p. 459); y en
un discurso atribuido a Nabucodonosor, conservado en Preparatio Evangelii de
EUSEBIO, lib. IX. cap. 41, ambos títulos “Belo y Beltis” se asocian como los títulos
del gran dios y de la gran diosa babilónicos. El griego Belo, como representación del
más alto título del dios babilónico, fue indudablemente Baal, “El Señor.” Por tanto,
Beltis, como el título de la divinidad femenina era el equivalente de “Baalti” que, en
inglés es “My Lady,” en latín, “Mea Domina” y, en italiano se cambia por el bien
conocido “Madonna.” En relación con esto, puede observarse que el nombre de
Juno, la clásica “Reina del Cielo,” que en griego era Hera, también significaba “La
Señora;” y que el título peculiar de Cibeles o Rea en Roma, era Domina o “La Señora”
(OVIDIO, Fastos, lib. IV. v. 340). Además hay una poderosa razón para creer que
Atenea, el bien conocido nombre de Minerva en Atenas tiene el mismo significado.
El hebreo Adon, “El Señor,” se pronuncia Athon. Tenemos evidencia de que este
nombre era conocido por los griegos asiáticos, de cuya idolatría vino, en gran medida,
a la Grecia europea como un nombre de Dios bajo la forma de “Athan.” Eustacio,
en una nota en la Periergesis de Dionisio (v. 915, apud BRYANT, vol. III. p. 140),
hablando de los nombres locales en la región de Laodicea, dice que “Athan es dios.”
El femenino de Athan, “El Señor,” es Athana, “La Señora,” que en el dialecto ático es
Athena. Sin duda, Minerva se representa comúnmente como virgen; pero sabemos
por Estrabón (lib. X. cap. 3, p. 405. París, 1853), que en Hierapitna en Creta, cuyas
monedas llevan los símbolos atenienses de Minerva (Müller, Los Dorios, vol. I. p.
413), se decía de ella que era la madre de los coribantes. Es cierto que la Minerva
egipcia, que fue el prototipo de la diosa ateniense, era madre, y se le llamaba la “Diosa
Madre,” o la “Madre de los dioses.” – Ver WILKINSON, vol. IV. p. 285.
40 CRABB, La Mitología, p. 150. Gutzlaff cree que ese Shing Moo debe haber sido
tomado de una fuente papista; y no puede quedar duda de que, en el caso individual al
que él se refiere, las historias pagana y cristiana se han mezclado. Pero Sir J. F. Davis
demuestra que los chinos de Cantón encuentran tal analogía entre su propia diosa
pagana Kuanyin y la Madona papista que, conversando con los europeos, con frecuencia
las llaman indiferentemente por el mismo título. – DAVIS, China, vol. II. p.
56. Los misioneros jesuitas que llegaron primero a China también escribieron a casa
en Europa, que en los libros sagrados chinos – libros inequívocamente paganos –
encontraron mención de una madre y un hijo muy similares a su propia Madona y al
hijo en casa. – Ver LE PERE LAFITAN, Las Costumbres de los Salvajes Americanos,
vol. I. p. 235, Nota.
Uno de los nombres de la Santa Madre china es Ma Tsoopo.
Alexander Hislop